NEOCAPITALISMO Y NEOLIBERALISMO = INVOLUCION
La Era del Vacío
Prefacio
El texto intenta plantear en diferentes niveles un mismo
problema general: la conmoción de la sociedad, de las costumbres, del individuo
contemporáneo de la era del consumo masificado, la emergencia de un modo de
socialización y de individualización inédito, que rompe con el instituido desde
los siglos 17 y 18.
Aparece una nueva forma de control de los comportamientos, a
la vez que una diversificación incomparable de los modos de vida, una impresión
sistemática de la esfera privada, de las creencias y los roles, es decir, una
nueva fase en la historia del individualismo occidental.
Este nuevo proceso de personalización (PDP) remodeló
en profundidad el conjunto de los sectores de la vida social, con una
perspectiva de “lo nuevo”. Es una mutación sociológica global, una
combinación sinérgica de organizaciones y significaciones, de acciones y
valores. El proceso de personalización también corresponde a la fractura de la
socialización disciplinaria, a una sociedad flexible basada en la información y
estimulación de las necesidades, el sexo y la exaltación de los “factores
humanos” en el culto a lo natural, cordialidad y sentido del humor.
El proceso de personalización implica una nueva forma de
organizarse, de comportarse partiendo desde lo privado. Hay nuevos
procedimientos que contienen nuevos fines, valores y legitimidades sociales:
valores hedonistas, respeto por las diferencias, culto a la liberación personal,
al relajamiento, al humor y la sinceridad, al psicologismo, la expresión libre,
en síntesis un nuevo significado de autonomía.
La lógica individualista con “el derecho a la
libertad” se instala en las costumbres y en lo cotidiano. El proceso de
personalización surgió como el fin de la edad moderna y la unión de las esferas
de la vida social; lo que nos permite hablar de una sociedad postmoderna.
En la sociedad postmoderna reina la indiferencia de masa,
sentimiento de reiteración y estancamiento, autonomía privada, innovación
superficial y el futuro no se considera o asimila; esta sociedad quiere vivir
aquí y ahora. No tiene ídolo ni tabú, estamos regidos por el vacío, un vacío
que no comporta, ni tragedia ni apocalipsis. También puede notarse una nueva
era de consumo que se extiende hasta la esfera de lo privado; el consumo de
la propia existencia a través de la propagación de los mass media.
El futuro no tendrá que escoger entre las lógicas duales
características de esta, gracias a la flexibilización en cuanto a las
antonimias. La cultura postmoderna amplía el individualismo al diversificar las
posibilidades de elección, anular puntos de referencia, destruir sentidos únicos
y valores superiores; es una cultura despersonalizada o “hecha a medida”.
Predomina en esta era el valor del “derecho de realizarse”.
Aparece el valor narcisista como consecuencia y
manifestación del proceso de personalización, se pasa de un individualismo
limitado al individualismo total. También se puede decir que es una era de
“deslizamiento” donde no hay una base sólida ni un anclaje emocional
estable; todo se desliza en una indiferencia relajada. El narcisismo es
inseparable de un entusiasmo por relacionarse con el otro como lo demuestra el
aumento de asociaciones como grupos de asistencia y ayuda mutua. El
individualismo reside en conexiones colectivas de intereses miniaturalizados,
solidaridad de micro-grupo y redes situacionales. En el narcisismo
colectivo nos juntamos por que nos parecemos, por que estamos sensibilizados
por los mismos objetivos existenciales, con una necesidad de reagruparse con
seres “idénticos”. El narcisismo encuentra su modelo en la psicologización de lo
social.
La era postmoderna esta obsesionada con la información y
la expresión, donde todos podemos ser el locutor y ser oídos; La expresión
gratuita, la prioridad del acto de comunicación sobre lo comunicado, la
indiferencia por lo comunicado, la comunicación sin objetivo ni público, el
emisor se ha convertido en el principal receptor. Hay una necesidad de
expresarse en sí, aunque sea para si mismo, comunicar por comunicar, expresarse
solo por el hecho de expresar, es decir, la lógica del vacío.
Narciso o la Estrategia del Vacío
Narciso es el símbolo de nuestro tiempo, se ha convertido en
uno de los temas centrales de la cultura. El narcisismo aparece como un
nuevo estadio del individuo, en el cual el se relaciona con él mismo y su
cuerpo, hedonista y permisivo desprovisto de los últimos valores sociales y
morales que coexistían. La propia esfera privada cambia de sentido, expuesta
únicamente a los deseos cambiantes de los individuos.
Narciso a Medida
Únicamente la esfera privada sale beneficiada con estos
cambios gracias a los valores como cuidar la salud, preservar la situación
material, desprenderse de los complejos, o esperar las vacaciones: vivir sin
ideal, sin objetivo trascendente resulta posible. Nace el homo
psicológicus, al acecho de su ser y bienestar. Se trata de vivir en
el presente perdiendo el sentido de continuidad histórica. Vivimos para nosotros
mismos, sin preocuparnos por tradiciones o posterioridad, es así como el sentido
histórico se olvida de la misma manera que se olvidan los valores e
instituciones sociales. Esta estrategia narcisista de “supervivencia” del
individuo, se explica dado el clima de pesimismo y catástrofe inminente,
tratando de preservar así la salud física y psicológica. Aparece entonces como
síntoma social el narcisismo colectivo instalándose a nivel masivo una
apatía frívola.
Nos acostumbramos a lo “peor” que consumimos diariamente en
los mass media, que amenaza permanentemente y no ha conseguido la
conciencia social debido a la velocidad con la que se emiten los mensajes,
impidiendo cualquier emoción o conciencia social duradera. El narcisismo surge
de la huida generalizada de los valores y finalidades sociales, provocada por el
proceso de personalización. Se concentra entonces la atención en el Yo
funcionando por el placer, bienestar, desestandarización, promoción de
individualismo puro liberado totalmente de los encuadres de masa y enfocado en
la valoración generalizada del sujeto. Esto lleva como ultimas consecuencias a
la privatización sistemática de la edad del consumo.
El Zombi y el Psi
Simultáneamente a la revolución informática, las
sociedades posmodernas conocen una “revolución interior” por el
conocimiento y realización personal, la propagación de organismos
psi, técnicas de expresión y de comunicación y sensibilidad
terapéutica. La terapia psi genera una figura de narcisismo identificado
con el homo psicológicus que trabaja duramente para la liberación del
Yo, para su gran destino de autonomía de independencia: renunciar al amor o
“to love myself enough so that I do not need another to make me happy”.
En ese dispositivo psi, ofrecer el cebo del deseo y la
barrera de la represión es una provocación que desencadena una irresistible
tendencia a la reconquista de la verdad del Yo. De este modo la
autoconciencia ha sustituido a la conciencia de clase; El narcisismo permite
entonces el abandono de la esfera pública y por ello una adaptación funcional al
aislamiento social. Para que el desierto social resulte viable, el Yo
debe convertirse en la preocupación central.
Al igual que el espacio público se vacía emocionalmente por
exceso de informaciones, de reclamos y animaciones, el Yo pierde sus
referencias, su unidad, por exceso de atención: el Yo se ha convertido en
un conjunto impreciso. Es a esa misma disolución de Yo a lo que apunta la
nueva ética permisiva y hedonista. Las asociaciones libres, espontaneidad
creativa, no-directividad, nuestra cultura de la libre expresión, pero también
nuestra ideología del bienestar estimulan lo temporal y contribuyen al
desmenuzamiento del Yo; la era de la voluntad desaparece.
Las sociedades occidentales están pasando de un tipo de
sociedad más o menos dirigida por otros a una sociedad dirigida desde el
interior. La personalidad debe profundizar su diferencia, su singularidad: el
narcisismo representa esa liberación de la influencia del Otro y funciona
fundamentalmente como agente de proceso de personalización.
Que el Yo se convierta en un espacio “flotante”,
sin fijación ni referencia, una disponibilidad pura, adaptada a la aceleración
de las combinaciones, a la fluidez de nuestros sistemas, esa es la función
del narcisismo. El narcisismo hace posible la asimilación de los modelos de
comportamientos, nace una formación permanente y un impulso hacia la igualdad o
similitud.
El Cuerpo Reciclado
La representación social del cuerpo ha sufrido una
mutación, y la llegada de ese nuevo imaginario social del cuerpo produce el
narcisismo. El cuerpo ha perdido su estado de materialidad muda en beneficio de
su identificación con el ser-sujeto, con la persona.
El miedo moderno a envejecer y morir es parte del
neo-narcisismo: el desinterés por las generaciones futuras intensifica la
angustia de la muerte. Es el proceso de personalización que al evacuar cualquier
posición trascendente genera una existencia puramente actual. El individuo pasa
a enfrentar a su condición mortal sin ningún apoyo trascendente.
En cuanto a la personalización del cuerpo, el permanecer
joven y no envejecer es el mismo absoluto de reciclaje. El cuerpo
psicológico ha sustituido al cuerpo objetivo, para el narcisismo se trata de
hacer existir el cuerpo por sí mismo, estimular su autorreflexividad,
reconquistar la interioridad del cuerpo. Estamos inmersos en una cultura de
la personalidad a condición de precisar que el propio cuerpo se
convierte en sujeto y debe situarse en la órbita de la liberación.
Simultáneamente a una función de personalización, el
narcisismo cumple una misión de normalización del cuerpo: el interés
febril que tenemos por el cuerpo no es “libre” ya que obedece a imperativos
sociales como la línea y la forma. El cuerpo se convierte en un espacio flotante
que queda en manos de la movilidad social.
Un Teatro Discreto
La condena moral de la impersonalidad, se inicia en el reino
de la personalidad, la cultura psicomórfica y la obsesión moderna del Yo en su
deseo de revelar su ser verdadero o auténtico. Cuanto más se liberan los
individuos de códigos y costumbres en busca de una verdad personal, al mismo
tiempo sus relaciones se convierten cada vez mas fraticidas y
asociales. El intimismo se convierte en sinónimo de incivil.
La disolución de los roles públicos y la
compulsión de autenticidad han engendrado una forma de incivismo que se
manifiesta, por una parte, en el rechazo de las relaciones anónimas con los
“desconocidos” en la ciudad y el confortable intimismo, y por otra, en la
disminución del sentimiento de pertenencia a un grupo y correlativamente
la acentuación de los fenómenos de exclusión.
Las convenciones rígidas que marcaban las conductas han sido
arrastradas por el proceso de personalización que tiende a la desrreglamentación
y la flexibilización, aspirando a una mayor autenticidad y libertad en sus
relaciones.
La autenticidad pasa a ser considerado un valor social, con
signos como manifestaciones demasiado exuberantes, discursos demasiado teatrales
que no producen el efecto de sinceridad. Se ha llegado a la necesidad de
expresarse sin reservas “libremente”, pero siempre dentro de un marco
preestablecido. La discreción se presenta como la forma moderna de la dignidad.
El narcisismo se define por el encierro sobre sí mismo, o sea la “discreción”,
signo e instrumento del “self-control”.
¿Apocalipsis Now?
Cuanto más tolerante es la imagen que la sociedad a de sí
misma, más se intensifica y generaliza el conflicto pasando de la guerra de
clases a la guerra de todos contra todos. El “éxito” pasa a tener un significado
psicológico: la búsqueda de la riqueza no tiene más objeto que excitar la
admiración o la envidia. Las relaciones humanas, públicas y privadas se han
convertido en relaciones de dominio, relaciones conflictivas basadas en la
seducción fría y la intimidación.
El estado de la naturaleza se encuentra al final de la
Historia: la burocracia, la propagación de las imágenes, las ideologías
terapéuticas, el culto al consumo, las transformaciones de la familia, la
educación permisiva han engendrado una estructura de la personalidad, el
narcisismo, juntamente con unas relaciones humanas cada vez más crueles y
conflictivas. Solo aparentemente los individuos se vuelven más sociables y más
cooperativos; detrás de la pantalla del hedonismo y de la solicitud, cada uno
explota cínicamente los sentimientos de los otros y busca su propio interés sin
la menor preocupación por las generaciones futuras. Las redes del amor propio y
del deseo de reconocimiento son las responsables de este estado de guerra.
Hay una profunda revolución silenciosa de la relación
interpersonal, lo que importa ahora es ser uno mismo absolutamente, y el Otro
pasa a ser indiferente; Solo queda entonces la voluntad de realizarse
aparte e integrarse en círculos cálidos de convivencia. No existe tal guerra de
sexos, sino el fin del mundo del sexo y sus oposiciones codificadas. La
seducción femenina, misteriosa o histérica, deja paso a una auto-seducción
narcisista que hombres y mujeres comparten por un igual, seducción
fundamentalmente transexual. El feminismo pasó a ser una máquina de
desestandarización del sexo.
24.000 Watios
Las transformaciones dentro de la familia, una “ausencia” del
padre y dependencia de la madre llevan al niño a imaginar a la madre castradora
del padre, y son esas condiciones las que alimentan el sueño de reemplazar al
padre.
El SuperYo se presenta como una celebridad, de éxito que, de
no realizarse, desencadenan una crítica implacable contra el Yo. De este modo se
explica la fascinación ejercida por los individuos célebres, estimulados por los
mass media que intensifican los sueños narcisistas de celebridad y de gloria,
animan al hombre de la calle a identificarse con las estrellas, a odiar el
borreguismo y le hace aceptar cada vez con mas dificultad la insignificancia de
la existencia cotidiana. El narcisismo se nutre antes del odio del Yo que de su
admiración.
A través del exceso de imágenes se realiza la
personalización: la humanización viene con la inflación creciente de la moda.
Así cada vez hay mas estrellas y menos inversión emocional en ellas, se genera
una indiferencia hacia los ídolos, hecha de entusiasmo pasajero y de abandono
instantáneo. Hoy día no cuenta tanto la devoción por el Otro como la realización
y transformación de uno mismo, cada uno con sus lenguajes y en sus grados
diversos, los movimientos ecológicos, el feminismo, la cultura psi, la
educación cool de los niños, la moda “práctica”, el trabajo intermitente o el
tiempo flexible.
El principio de realidad queda sustituido por el principio de
transparencia que transforma lo real en un lugar de tránsito, donde el
desplazamiento es clave: la personalización es una puesta en circulación. El
espacio público se ha convertido en un derivado del movimiento.
El Vacío
Los desórdenes de tipo narcisista constituyen la mayor parte
de los trastornos psíquicos tratados por los terapeutas, mientras que las
neurosis clásicas ya no representan la forma predominante de los síntomas. Los
trastornos narcisistas se presentan como trastornos de carácter derivados de un
malestar difuso, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida,
una incapacidad para sentir las cosas y los seres.
Los individuos aspiran más a un desapego emocional, debido a
la inestabilidad que sufren en la actualidad las relaciones personales. El miedo
a la decepción, el miedo a las pasiones descontroladas nos llevan a una huida
ante el sentimiento; Levantar las barreras contra las emociones y dejar de lado
las intensidades afectivas, es el fin de la cultura sentimental, el fin del “happy
ending”.
El sentimentalismo ha sufrido el mismo destino que la muerte,
resulta incomodo exhibir las pasiones, declarar ardientemente el amor, llorar,
manifestar con demasiado énfasis los impulsos emocionales. Como en el caso de la
muerte, el sentimentalismo resulta incómodo, se trata de permanecer digno o
discreto. Nuestra época queda caracterizada entonces por la huida ante los
signos de sentimentalidad.
Cuanto mas libres, las relaciones se vuelven emancipadas de
las viejas sujeciones, mas rara es la posibilidad de encontrar una relación
intensa. En todas partes encontramos la soledad, el vacío, la dificultad de
sentir, de ser transportado fuera de sí, de ahí la huída hacia delante en
las experiencias que no hace mas que traducir esa búsqueda de una experiencia
emocional.
El Imperio de lo Efímero
Presentación
La moda invade nuevas esferas dentro de todas las
capas sociales, y todos los grupos de edad. La moda es celebrada, y provoca el
reflejo crítico antes que el estudio objetivo, la moda son siempre los demás.
La versatilidad de la moda encuentra su lugar y su verdad
última en la existencia de las rivalidades de clase, en las luchas de
competencia por el prestigio que enfrentan a las diferentes capas y fracciones
del cuerpo social. La moda se ha convertido en un vacío de pasiones y de
compromisos teóricos, el caprichoso reino de la fantasía no ha conseguido
provocar más que la pobreza y la monotonía del concepto.
La moda, insignificante, furtiva y contradictoria; Se
convierte en una institución excepcional, altamente problemática, una realidad
socio-histórica característica de la modernidad. La moda es vista como
una salida del mundo de la tradición, como la negación del pasado, la
fiebre de las novedades, la celebración del presente social.
En la era de la moda los valores y las
significaciones culturales modernas, realzan lo nuevo y la expresión de
la individualidad humana, y comienzan a desempeñar un papel
preponderante.
Se intenta comprender el auge de la moda en las sociedades
contemporáneas, el lugar central que ocupa en las democracias comprometidas con
la vía del consumo y la comunicación de masas. La moda se puede ver como un
sentido “fashion” o como la moda en sus múltiples elementos, de los objetos
industriales a la cultura mediática, de la publicidad a las ideologías, de la
información a lo social, etc. y sólo se justifica por el lugar nuevo que ocupa a
modo de estructura.
La seducción y lo efímero se han convertido en
el principio que organiza la vida colectiva moderna; una sociedad dominada por
la frivolidad. Este auge de la seducción ha aniquilado la cultura. La moda
se presenta como el agente por excelencia de la espiral individualista y de la
consolidación de las sociedades liberales. Los ciudadanos se sienten poco
interesados por la cosa pública, en todas partes predomina la desmotivación y la
indiferencia hacia la política.
Las democracias liberadas de hoy en día, adictas al cambio
para bien o para mal, plantean una de las paradojas de nuestra sociedad
es que cuanto mas se despliega la seducción, mas tienden las conciencias a lo
real, cuanto más gana lo efímero, mas estables son las democracias. En el
presente nos encontramos en una era que funciona con la información, con la
seducción de lo nuevo, con la tolerancia y la movilidad de opiniones prepara los
trofeos del futuro (si la sabemos aprovechar). Encontramos una doble opinión
sobre nuestro destino: pesimismo del presente, optimismo del futuro.
La cultura mediática se ha convertido en una máquina
destructora de la razón y pensamiento; Se previno que la cultura, publicidad y
diversión industrializada manipulan y estandarizan las conciencias. También se
previno que la cultura “listo-para-consumir” fue un instrumento que reduciría la
capacidad de usar la razón de forma crítica. Dentro del reino de la moda:
el ocio, la fugacidad de imágenes, la seducción distraída de los mass media,
solo pueden desestructurar el espíritu. El consumo es superficial, vuelve
infantiles a las masas, el rock es violento, no verbal, acaba con la razón; Las
industrias culturales están estereotipadas, la televisión embrutece a los
individuos y fabrica gente “descerebrada”. Lo superficial pasa a ser la
verdad histórica de la era de la seducción generalizada.
La moda permite que se extienda la controversia
pública, la mayor autonomización de los pensamientos y de las existencias
subjetivas, es el agente supremo de la dinámica individualista en sus
diversas manifestaciones.
En conjunto, las personas están más informadas aunque más
desestructuradas, son más adultas pero más inestables, menos “ideologizadas”
pero más tributarias de las modas, y más abiertas pero mas influenciables. La
independencia va unida a una mayor frivolidad, la tolerancia se acompaña con más
indiferencia y relajamiento en el tema de la reflexión; La moda no encuentra el
modelo adecuado ni en las teorías de alienación ni en las de alguna óptima “mano
invisible”, no crea ni el reino de la desposesión subjetiva final ni el de la
razón clara y firme.
La moda, igual que el ave fénix, siempre renace de sus
cenizas. La era de la moda ha contribuido a construir un espacio público
abierto, a modelar una humanidad más legalista, mas madura, más escéptica. La
moda plena vive de paradojas, su inconsciencia favorece la
conciencia, sus locuras el espíritu de tolerancia, si mimetismo el
individualismo, su frivolidad el respeto por los derechos del hombre.
1 - La Seducción de las Cosas
La sociedad de consumo se caracteriza por: elevación
del nivel de vida, abundancia de artículos y servicios, culto a los objetos y
diversiones, modal hedonista y materialista; Pero estructuralmente lo que la
define es la generalización del proceso de moda. Se impone la lógica de la
renovación precipitada, de la diversificación y la estabilización de los
modelos, la variación regular y rápida de las formas. El orden
estético-burocrático domina la economía de consumo, organizada por la seducción
y la extinción acelerada. La industria ligera es una industria estructurada a
imagen y semejanza de la moda.
Un Objeto Como Os Plazca
La lógica económica ha barrido todo ideal de permanencia: la
norma de lo efímero es la que rige la producción y el consumo de los objetos. La
oferta y la demanda funcionan en lo nuevo, en una sociedad donde
evidentemente reina la innovación. Lo nuevo aparece como un imperativo
decisivo de la producción y el marketing; nuestra economía-moda tiende a la
seducción irreemplazable del cambio, de la velocidad de la diferencia. Un
símbolo de la economía frívola es el gadget y su locura tecnológica. Con
la hegemonía del gadget, el entorno material se parece cada vez más al tipo de
relaciones que tenemos de tipo lúdico, lo que nos seduce son juegos de
mecanismos, manipulaciones y técnicas. El triunfo intelectual del gadget es el
momento inaugural del consumo de masas, deslumbrado por la vistosidad
tecnológica. Hay un nuevo culto, culto al confort y la habitabilidad.
El proceso de la moda desestandariza los productos,
multiplica las preferencias y opciones y se manifiesta en políticas de gamas que
consisten en proponer n amplio abanico de modelos y versiones construidos a
partir de elementos estándar. Paralelamente al proceso de miniaturización
técnica, la forma de moda general un universo de productos configurado por el
orden de las microdiferencias. El origen de las diferencias se halla en
las prestaciones técnicas, la calidad de los materiales, la comodidad y la
sofisticación de los accesorios; por ende se despliega un sistema gradual
constituido por variantes y pequeños matices.
Un Encanto Llamado Diseño
Hay una nueva revolución en la producción industrial: el
diseño se ha convertido en parte integrante de la concepción de los
productos, la gran industria ha adoptado la perspectiva de la elegancia y la
seducción.
El éxito de un producto se debe en gran parte a su diseño, su
presentación y envase. Hoy en día se le da más valor al confort, a lo natural, a
la manejabilidad, a la seguridad, a la economía, y a las prestaciones. La
sofisticación frívola de las cosas ha sido sustituida por un superfuncionalismo
High-Tech; menos juego formal, más técnica.
El diseño tiene como tarea encontrar soluciones racionales y
funcionales, a crear formas adaptadas tanto a las necesidades y a las funciones,
como a las condiciones de la producción industrial moderna. “El valor
estético es parte inseparable de la función”. El diseño también pretende que
sea “humano”, debe haber un lugar para el hechizo visual y belleza plástica. La
escenificación y la artificialidad no han desaparecido, se accede a ellas por la
vía inédita de lo accesorio y de la “verdad” del objeto.
El diseño debe reconstruirse en su totalidad, hoy en día, con
las nuevas necesidades. El entorno funcional es el auge de la revolución
artística moderna, que rechaza la etiqueta majestuosa, lo anecdótico, la
idealización. La estética funcionalista es sustentada por los modernos valores
revolucionarios y democráticos: arrancar los objetos a la práctica estética,
poner fin a los modelos del pasado y utilizar materiales “vulgares”; Ha
legitimado los nuevos materiales industriales no nobles y ha permitido promover
los valores de autenticidad y verdad del objeto.
La Fiebre Consumista o la Racionalidad Ambigua
En la base de los análisis de Baudillard hay un esfuerzo por
desmitificar la ideología del consumo como comportamiento utilitarista de un
sujeto individual, condicionado por el goce y la satisfacción de sus deseos.
Ideología engañosa, el consumo se sustenta en una lógica de la prestación y de
la distinción social. El consumo ostentoso significa un rango social, y de esta
forma se puede entender el consumo como una estructura social de
segregación y estratificación. El consumo es un instrumento de la jerarquía
social. La sociedad de consumo es un proceso de producción de “valores signo”,
que otorgan connotaciones a los rangos y reescriben las diferencias socales en
una época igualitaria que destruye jerarquías de nacimiento. La carrera de
consumo y el afán de novedades operan bajo el impulso de la competición de
clases.
Lo primero que motiva a los consumidores es la posición, el
rango, la conformidad y diferencia social. Los objetos no son más que
exponentes de clase. La lógica del objeto-signo y la reestructurante moda
presenta el fin de lo efímero y la innovación sistemática es la reproducción de
la diferencia social. Hay una competencia simbólica de clases que precisa volver
a crear distancias y excluir a la mayoría.
Lo que se cuestiona es la idea de que el consumo de masas se
rige principalmente por un proceso de distinción y diferenciación clasista, y
que se lo identifique con una producción de valores honoríficos y de emblemas
sociales. Se puede decir que es un proceso intencional de desocialización del
consumo.
En cuanto a los objetos, no es tanto una legitimidad y una
diferencia social lo importante, sino que una satisfacción privada cada
vez más indiferente a los juicios ajenos. El consumo masivamente ha
dejado de ser una lógica de prestación clasista, para vibrar en el orden del
utilitarismo y del privatismo individualista.
La lógica social de la diferencia y distinción está basada en
una sed de imágenes y espectáculos, el gusto por la autonomía, el culto por el
cuerpo y la embriaguez de sensaciones y de lo nuevo. Se consume para uno
mismo. Asistimos a la reducción de la importancia de la mirada del Otro
en el proceso de adquisición de las cosas y a la pacificación-neutralización del
universo de consumo.
La publicidad pone cada vez más el acento en la calidad del
objeto, la fantasía y la sensación. El fetichismo del objeto-signo pertenece al
pasado, nos encontramos en una época de valor de uso, de los tests, y de
la relación calidad-precio. El consumo es asociado directamente a dimensiones
psicológicas e imágenes a través de las marcas. Dentro de una época de imágenes,
la era de las motivaciones íntimas y existenciales de la gratificación
psicológica, del placer por si mismo, de la calidad y de la utilidad de las
cosas han tomado el mando. La moda irrealiza las cosas, las desustancializa
a través del culto homogéneo a la utilidad y la novedad.
El dominio de la sociedad sobre el individuo es mayor
de lo que ha sido nunca, ya no hay oposición entre vida privad ay pública, entre
las necesidades sociales y las necesidades individuales. Esta surgiendo un nuevo
tipo de personalidad cinética y abierta. Hay una necesidad de adoptar
actitudes adaptables y mentalidades flexibles: el reino de la moda actúa
precisamente en este sentido, tanto en la economía de los objetos como en la de
la información. Socializa a los seres en el cambio y los prepara para un
reciclaje permanente.
Como consecuencia hay conflictos sociales más
complejos, y se necesita conquistar o defender ventajas muy localizadas; que
refleja el agotamiento de conciencia y la preponderancia de los egoísmos
sectorales sobre la búsqueda de un progreso social conjunto.
La nueva forma de guerra, es la guerra del tiempo, el
avance del tiempo. Los intereses corporativos, el bienestar, la
demanda de seguridad y de protección estatal no tienen el mismo peso en todas
partes, ni frenan de igual modo la dinámica del cambio.
La Fuerza de lo Nuevo
Por el lado de la oferta, innovan continuamente para aumentar
su penetración en el mercado y relanzar el consumo. La correspondencia casi
milagrosa entre oferta y demanda es el efecto de la organización objetiva de dos
lógicas independientes pero funcionalmente homólogas: la lógica de competencia
en cuanto a producción, y la lógica de las luchas simbólicas y estrategias de
distinción de clases. Los objetivos culturales mayores son: el confort, calidad,
estética, opción individual y novedad.
El efecto del proceso de la moda, es posibilitar socialmente
una interminable dinámica de renovación y diversificación. Nos encontramos con
una sociedad dominada por las emociones frente a lo nuevo. El valor de lo
nuevo corre paralelo a la demanda de la personalidad y de autonomía privada.
Con el individualismo moderno, lo Nuevo encuentra su total
consagración: con ocasión de cada moda, surge un sentimiento de liberación
subjetiva y liberación respecto a costumbres pasadas.
2 - La Publicidad Saca Las Uñas
La publicidad no ha dejado de invadir nuevos espacios, el
nombre de las marcas se instala prácticamente en todo nuestro entorno cotidiano,
hay una nueva publicidad, publicidad sin fronteras. A diferencia de la
comunicación socialmente legítima la publicidad accede a lo artístico ganando
mucho terreno. Con la publicidad, la comunicación adopta un perfil completamente
original, queda atrapada en las redes de la forma moda; en la fantasía de las
invenciones, comenzamos a comprender la posición y el efecto fundamentalmente
democráticos de la acción publicitaria.
Publicidad Chic, Publicidad de Choque
Las armas clave de la publicidad son la sorpresa y lo
inesperado, dentro de la publicidad operan los mismos principios de la moda:
originalidad a cualquier precio, el cambio permanente y lo efímero.
Toda moda acaba en exceso, y se trata de una comunicación de excesos
controlados, donde lo superlativo está siempre ponderado por el juego y el
humor. La publicidad es el discurso de moda, vive de “hacerse notar”. Es
la época de la publicidad creativa y de la fiesta espectacular: se convierten
los productos en seres vivientes, marcas en persona, con un estilo y u carácter,
por ende se comunica una personalidad de marca.
Al igual que la moda no puede disociarse de la estética de la
persona, así también la publicidad funciona como cosmético de la comunicación.
Por la misma razón que la moda, la publicidad se dirige al ojo, es
promesa de belleza, seducción de apariencia, ambiente
idealizado, más que información.
Su eficacia se debe a su superficialidad lúdica, al cóctel de
imágenes, de sonidos y sentidos que ofrece sin preocuparse por los límites del
principio de realidad y lo serio de la verdad.
La actualización de la publicidad debe relacionarse con las
profundas transformaciones de las costumbres y de la personalidad dominante en
nuestra época, se produce como un eco del hombre contemporáneo por realizar su
ego.
Esta espiral de lo imaginario responde al perfil de la
individualidad postmoderna, y no sólo ha podido desplegarse bajo la
acción conjugada del código de lo Nuevo y de los valores hedonistas y
psicológicos que han favorecido el ascenso a las más altas medidas en la
búsqueda de lo nunca visto. En una era de placer y expresión
personal, hacen falta más fantasía y originalidad y menos estereotipos y
repeticiones fatigantes.
Una Fuerza Tranquila
La publicidad está vinculada a la lógica del poder
burocrático propio de las sociedades modernas: aunque se pongan en práctica
procedimientos suaves, como en las instituciones disciplinarias, siempre se
trata de guiar desde fuera los comportamientos e introducirse hasta
en sus últimos repliegues en la sociedad. La publicidad produce
necesidades estrictamente adaptadas a la oferta y permite programar el mercado y
poner trampas a la libertad de los consumidores; la sociedad en conjunto
tiende a convertirse en un sistema circular, sin exterioridad, sin
diferencias y sin azar. La publicidad abre un espacio de amplia indeterminación
y deja siempre la posibilidad de sustraerse a su acción persuasiva; se trata de
influir en un todo colectivo dejando libertad a los átomos individuales para
distraerse a su acción.
La publicidad toma al hombre tal cual es, intentando
alimentar la sed de consumo que ya existe; Explota lo que se halla
haciéndolo más atractivo, para más individuos. La expansión de la publicidad
refuerza la ideología minimalista, de alcance estrictamente limitado.
La publicidad es un poder sin consecuencia, sólo tiene poder
en el tiempo efímero de la moda; Uniformiza los deseos y los gustos, y aplana
las personalidades individuales; La publicidad debe ser vista como un agente que
activa la búsqueda de personalidad y autonomía de los particulares. Provoca
masificación en lo inmediato y en lo visible, pero a largo plazo y de manera
invisible.
La publicidad contribuye a agitar el deseo en todos sus
estados, es una tecnología de desprendimiento y aceleración de los
desplazamientos del deseo. En el presente todo el consumo se despliega bajo el
signo de la moda, ésta se ha convertido en una práctica ligera que ha asimilado
la legitimidad de lo efímero y la renovación permanente.
La Política Abandona Las Alturas
La esfera de lo político ha entrado en la publicidad y el
look, la comunicación política es cada vez más parecida a la publicidad moderna.
Se trata de vender un producto con el mejor envoltorio posible. La política ha
cambiado de registro, la seducción se le ha anexado y ahora se trata de darles a
los dirigentes una imagen.
El Crepúsculo del Deber
Edén, Edén
Mientras que el propio término deber tiene a no ser
utilizado más que en circunstancias excepcionales, nosotros lo miniaturizamos;
lo reconciliamos con el placer y el self-interest. El “es necesario” cede paso
al hechizo de la felicidad, la obligación categórica al estímulo de los
sentidos, y lo prohibido establecido a las regulaciones a la carta. El deber
es reemplazado por las solicitaciones del deseo. La cultura de
sacrificio del deber ha muerto, y entramos en el período posmoralista de las
democracias.
Lo que está en aceptación es la ética, no el deber imperioso;
estamos deseosos de reglas justas y equilibradas, queremos regulaciones,
apelamos a la responsabilidad y no a la obligación de consagrar íntegramente a
la vida del prójimo, familia o nación. La sociedad posmodernista marca la época
en que el deber está edulcorado y anémico, en que la moral ya no exige
consagrarse a un fin superior que el de uno mismo, las lecciones de
moral están basadas en el “vivir mejor”.
En la sociedad del posdeber, el mal se espectaculariza y el
ideal está poco magnificado. Los valores que reconocemos son mas negativos que
positivos, y entonces triunfa la moral indolora, que es el último estadio de la
cultura individualista librada tanto del moralismo como del
antimoralismo.
La lógica posmoralista es la tendencia dominante de nuestra
cultura ética; queremos el respeto de la ética sin mutilación de nosotros mismos
y sin obligación difícil: el espíritu de responsabilidad, no el deber
incondicional.
De una civilización del deber a una cultura de felicidad
subjetiva, de los placeres y del sexo: la cultura del self-love nos
gobierna, normas de satisfacción y deseo de realización íntima; puede
considerarse a ésta la ruptura mas espectacular del ciclo posmoralista. La
liturgia del deber ya no tiene lugar en el terreno social, el bienestar y
los placeres están magnificados, pero la sociedad civil está deseosa de
orden y moderación.
El neoindividualismo es simultáneamente hedonista y
ordenado, enamorado de la autonomía y poco inclinado a los excesos, alérgico a
la orden sublime y hostil al caos y trasgresiones libertinas. El
neoindividualismo es un “desorganizador organizador”.
El Bienestar Como Mundo Y Como Representación
Del Bien al Bienestar
Hay una nueva civilización que ya no se dedica a vencer el
deseo sino a encolerizarlo y desculpabilizarlo. “La felicidad si yo quiero”.
En la época posmoralista, el deber ya sólo puede
expresarse en tono menor, los supermercados el marketing, el paraíso de los
ocios han sido la tumba de la “religión” del deber. Las problemáticas de la
revolución, el deseo, la vida liberada sustituyen a la retórica de la
obligación.
Los valores caritativos y humanitarios pueden despertar una
fuerte simpatía pero quedan muy atrás en relación con la superficie que ocupan
el himno al ego y los estímulos de consumo. La felicidad o nada: más allá de la
renovación ética actual, la grave ideología que orienta nuestra época es
posmoralista, dominada como está por las coordenadas de la felicidad y del yo,
de la seducción y de lo relacional. El bienestar pasa a estar por sobre el bien.
El Show Posmoralista de la Información
La época posmoralista es aquella en la cual la cultura
cotidiana está dominada no solo por los objetos, el self love y el
psicologuismo, sino también por la información: la lógica de relegación de la
retórica del deber es hija del consumo y de la comunicación de masas. La
interpretación de la información va por encima de los hechos. La filosofía de la
información no es ni moralista ni amoral, es posmoralista: el principio de
neutralidad y de objetividad han destronado a las lecciones de moral. Los mass
media están más allá del bien t del mal. No condenan ni juzgan, pero lo muestran
todo, exponen todos los puntos de vista y dejan al público libre de opiniones
multiplicando y acelerando las imágenes e informaciones.
La información también es mercancía, hay una competencia
comercial permanente, es una mezcla de neutralidad y de sensacionalismo, de
objetividad y espectacularidad. Consumismos la actualidad escenificada.
La Felicidad Light
En la cultura del bienestar, el imperativo narcisista
glorifica sin cesar a una cultura higiénica, deportiva, estética y dietética. La
ética de la felicidad no solo es consumista, es de esencia activista,
constructivista; De valoración al cuerpo. La época del posdeber engendra
nuevos imperativos de autoconstrucción personalizados pero creadores de
un estado de hipermovilización, estrés y reciclaje permanente.
Hay dos tendencias, una excita los placeres
inmediatos, sean consumistas, sexuales o de entretenimiento, junto con el
hedonismo, intensifica el culto individualista del presente, descalifica
el valor del trabajo, contribuye a desocializar, desestructurar y
marginar aún más a las minorías étnicas de las grandes ciudades. Por otro
lado, se privilegia la gestión racional del tiempo y el cuerpo, el
profesionalismo en todo, la obsesión de la excelencia y de la calidad de la
salud e higiene. El hedonismo se ascia en este caso con la información
multiservicio, es un hedonismo dual, desenfrenado y
desresponsabilizador para las nuevas minorías, prudente e integrados para las
mayorías silenciosas.
El placer es masivamente valorado y normalizad, promocionado,
liberado, y lleno de placeres - minuto. El hedonismo posmoderno es sensatamente
Light.
La cultura de la felicidad aligerada induce una ansiedad de
masas crónica pero disuelve la culpabilidad moral. A medida que las normas de la
felicidad se refuerzan, la conciencia culpable de hace mas temporal. La emoción
suscitada por el espectáculo de los niños deformados es rápidamente reemplazada
por el hecho de asistir a un concierto de solidaridad.
La era de los media sobre-expone la desdicha pero dramatiza
el sentido de la falta, la velocidad de la información crea la emoción y la
diluye al mismo tiempo. Estamos en la época de la eliminación y no de la
fijación, de la sensibilización fluida y no de la intensificación. La cultura de
la autodeterminación individualista ha alcanzado la esfera moral: la época de la
felicidad narcisista no es la del “todo está permitido” sino la de una “moral
sin obligación ni sanción”.
Buscando la Moral Individual Desesperadamente
La autonomía moderna de la ética ha elevado a la
persona a categoría de valor central, cada individuo tiene la
obligación incondicional de respetar a la humanidad en sí mismo, de no actuar
contra el fin de su naturaleza, de no despojarse de su dignidad innata.
Como el hombre tiene un valor interno absoluto, no puede
disponer de sí mismo como de un simple medio: el suicidio, al igual que la
intemperancia o la pereza, son actos intrínsecamente inmorales.
Dignidad e interés, trabajo y felicidad, respeto a uno mismo
e higiene han sido inculcados a la vez con un idealismo incondicional y de
prudencia pragmática, de razón pura y de preocupación social regeneradora, de
imperativo categórico y de imperativo productivo, que subyace en los himnos
modernos de la moral personal.
La relación dominante de uno con uno mismo se despliega bajo
el signo del deseo, del trabajo de mantenimiento y de desarrollo narcisista.
El proceso posmoralista ha transformado los deberes hacia uno mismo en derechos
subjetivos y las máximas obligatorias de la virtud en opciones y consejos
técnicos con miras al mayor bienestar de las personas. Las obligaciones internas
son antiguas, pero la nueva cultura sanitaria profesional no deja de fortalecer
la interiorización de las normas colectivas. Al actuar en nombre del
interés de los individuos, puede reglamentar cada vez más estrechamente, con el
consenso social y sin amenaza autoritaria, la existencia cotidiana.
La Beneficencia Mediática
El Corazón y el Show
Aunque ya o se asimila el generosidad con un deber
obligatorio, somos testigos de una afluencia caritativa y de ayuda sin
precedente organizada por los media. Hay empresarios morales, cuanto mas se
debilita el deber, más generosidad consumimos. Entramos en una nueva era
combinando generosidad y marketing, ética y seducción, ideal y
personalización. La era posmoralista reconcilia el placer y la buena
intención; la caridad-business no expresa la rehabilitación de la buena vieja
moral sino su disolución posmoralista.
La beneficencia mediática es posmoralista, funciona como
nueva modalidad de consumo de masas, conmoción de la bondad live, pequeña
alegría participativa, sin ilusión ni esfuerzo. La solidaridad es epidérmica.
La victoria del consumo individualista emocional, mucho mas que revitalización
de las virtudes. Es hora de los impulsos espontáneos y libres del corazón, de la
teatralización del Bien, la emoción hiperrealista del público sucede al
idealismo de la obligación.
Moral del Sentimiento y Medios de Comunicación
La educación moral depende en la actualidad de golpes
mediáticos, fijan las causas prioritarias, son los que estimula y orientan la
generosidad, los que despiertan la sensibilidad del público. Los medios
“tramitan” la opinión pública por intermitencia y escenifican los
“productos”. El altruismo del posdeber se complace en la distancia: nos
hemos vuelto más sensibles a la miseria expuesta en la pequeña pantalla que a la
inmediatamente tangible. Es una moral sentimental - mediática; y por
todas partes la emoción prevalece sobre la ley.
La generosidad es calculada pero “desinteresada”, lo que
predomina es la moral del sentimiento, la única compatible con el
desarrollo de las costumbres individualistas. Cuantas menos normas prescriptitas
y métodos intimidatorios, más se incrementa el poder de penetración mediática.
Esta institucionalización de la moral del sentimiento
no se refiere solo a la inteligencia táctica de los comunicantes, esta
profundamente arraigada en el desarrollo del universo del bienestar
individualista.
Los individuos se sienten cada vez menos orientados a cumplir
deberes obligatorios pero cada vez mas conmovidos por el espectáculo de
la desdicha del prójimo.
Individualismo Contra Individualismo
El culto de los empresarios ha sido suplantado por las
estrellas de las finanzas, la construcción difícil y austera del futuro se ha
evaporado ante las promesas del beneficio inmediato. En estas condiciones, el
individualismo posmoralista puede caracterizarse por dos tendencias
contradictorias. Una reorienta al individuo hacia la actividad profesional, la
otra lo aparta de ella; una motiva al individuo para el trabajo, la otra lo
desmotiva. Por un lado hay un individualismo “responsable” y organizador, por el
otro un individualismo autosuficiente, sin regla, desorganizador: dicho de otra
manera “irresponsable”.
El sentido de la responsabilidad se reconstruye sobre nuevas
bases conformes a la realización del ego. En el antagonismo entre dos
individualismos, la preocupación es que sea el individualismo responsable el que
se adelante a la libertad sin regla. El neoindividualismo no es una maldición,
es un “desafío” al que deben responder tanto la acción pública como las
empresas.
Cuando la cultura del deber caduca es cuando hay una
necesidad de promover mediante transformaciones organizativas y de gestión el
espíritu de responsabilidad de la empresa. La ética del business se reduce a
piadosas fórmulas si no tiene la ocasión de inventar un nuevo contrato social en
la empresa, si no contribuye a ampliar la responsabilidad real de los hombres en
todos los niveles de la empresa.
Algunos de los efectos devastadores de las políticas
ultraliberales sobre la sociedad son: la distancia entre ricos y pobres, los
sistemas de protección social en retroceso, mayor población marginal, sistemas
educativos que se degradan, aumento de criminalidad, focalización de los
beneficios inmediatos se hace cada vez mas intensa, y la economía especulativa
predomina sobre la industria. Las medidas de desregulación, la exclusión del
Estado, aceleran la promoción de un individualismo sin freno..
Al igual que la competencia económica no puede funcionar sin
un marco jurídico y político, una sociedad democrática no puede dejar, sin
renegar de ella misma, incrementarse indefinidamente las desigualdades de
materia de vida, de salud, educación y urbanismo.
Rescatado el 1 de noviembre de 2012, de: http://www.altillo.com/examenes/uces/publicidad/sociologia/socio2005resumenf.asp