Psicología Transpersonal y salud mental
Aportes
de la Psicología Transpersonal al tema diagnóstico en el área de la salud
mental[1].
Ps. Alice Thomas Suhr
El presente artículo es una revisión del tema diagnóstico dentro de la
psicología Transpersonal y sus posibles aportes para la psicología en general.
Se describen brevemente algunos conceptos y modelos del potencial humano que
han ido emergiendo en estas últimas décadas y que han derivado en nuevas categorías diagnósticas tales como
Emergencias Espirituales y Metapatologías
y en nuevas propuestas de tratamiento. Finalmente, se discute respecto
de las renuencias de los psicoterapeutas Transpersonales al uso de los
diagnósticos y de las oportunidades desde una actitud más abierta al tema:
especialmente respecto de los beneficios de la
sensibilización a los temas espirituales dentro de los profesionales de
la salud mental.
Palabras claves: Diagnóstico,
psicología transpersonal, Emergencia Espiritual, Equivoco Pre-trans,
niveles de conciencia.
Introducción:
La psicología
Transpersonal, en su interés por los aspectos trascendentes del ser humano, ha
hecho aportes respecto de un nuevo modelo de salud y ha ampliado la idea
de cuál es nuestro máximo potencial; o
como Wilber (1988) diría: “¿Cuál es la etapa de unidad más elevada a la que uno
puede aspirar?”. Esta inquietud ha sido investigada dentro de un marco en el
que es necesario entender, que la psicología Transpersonal se encuentra
enraizada en las tradiciones místicas y las variadas experiencias que de allí
se derivan.
El psicólogo
Transpersonal Alejandro Celis (2003), en
una reciente publicación (“Qué es y qué
no es la psicoterapia transpersonal”)
describió el concepto de salud Transpersonal del siguiente modo:
“Concibo a la persona que ha logrado un proceso de funcionamiento
predominantemente sano, como, precisamente un proceso en movimiento en el
cambiante presente, en contacto con sus claves internas: “su valoración
organísmica” (…) “Al estar en contacto con sus claves- en continuo cambio de
instante en instante-no invierte una cuota significativa de energía en escuchar
a su mente repetitiva, la que considera como representante de su
condicionamiento”(…)” no se halla aferrado a los rasgos de su personalidad, los
que simplemente considera como hábitos y pautas de conducta que en algún
momento fueron adaptativos” (…)”Se hará responsable de su vida y
circunstancias, entendiendo que él o ella es el principal generador de
éstas”(…)”Esta persona no seguirá pasivamente las pautas culturales del medio
en que ha vivido”…”considerará como su principal foco de satisfacción y sentido
de su vida el autodescubrirse y auto-disfrutarse de momento en momento” .
En una primera
mirada puede parecerse al ideal de salud planteado por la psicología Humanista;
pero Celis, en el mismo artículo, se preocupa de aclarar la distinción
principal entre el concepto de salud entre una corriente y otra, señalando que
esta diferencia se encuentra fundamentalmente en el cuestionamiento de la
naturaleza del yo.
Efectivamente, en
la psicología Humanista es posible encontrar la descripción del máximo
potencial de un ser humano, como una persona con un ego o yo integrado,
autónomo, auténtico y autoactualizado. El
yo o ego de una persona predominantemente sana, está en interrelación continua con el Todo.
Sin embargo, la
Psicología Transpersonal, dentro de un paradigma diferente, ha cuestionado la naturaleza del yo o el ego, hasta
el punto de concebirlo como una ilusión. Esta ilusión a su vez sería la
generadora de nuestra experiencia dual que vendría a ser el mayor impedimento
en el intento de acceder a unidades superiores de actualización, dado que somos el Todo.
Dentro de las múltiples tradiciones místicas el autodescubrirse no está
centrado solamente en un modo de ser más auténtico e integrado, sino que este
autoconocimiento es el medio a través del cual hombre y mujer pueden conocer la
naturaleza del ser. De allí que los consabidos dichos tales como: “El que se conoce a sí mismo conoce a Su
Señor” (Hadith Islamico, Citado
en Helmisnki 1999) o
“aquel que conoce a Brahman se convierte en Brahman”.(Upanishads, citado en Novak, P. 1994) contengan un nivel más profundo del que habitualmente sospechamos.
Es un paradigma totalmente diferente el del misticismo, situando al
ser humano como el mejor de los
instrumentos u “órgano perceptor” del Todo o la Realidad. Expresado esto, en
términos del camino Sufi : “El hombre viene a ser el macrocosmos
y el universo viene a ser el microcosmos” es decir, no somos sólo una pequeña
parte en una inmensidad sino que -hombre y mujer- somos capaces en ciertas
condiciones del desarrollo humano de conocer y reflejar en nuestra interioridad
todos o casi todos los niveles y ámbitos de la Realidad. (Ibn al Arabi en Bezels of Wisdom, traducción al
inglés 1980)
Las experiencias místicas pueden contener parte de esta cualidad y, por
lo tanto, en sí mismas pueden ser muy amenazantes para el sentido de identidad
que hemos construido dentro de nuestra historia personal. El que nuestro
sentido de identidad desaparezca puede ser una tremenda oportunidad de
crecimiento, pero también de desorganización psíquica difícil de asimilar.
A lo largo de los siglos, los maestros dentro de las mismas tradiciones
místicas han estado a cargo de encauzar estas crisis, y han acumulado
conocimiento respecto a cómo ayudar a sus discípulos. Muchos de los iniciadores
del movimiento transpersonal, estuvieron envueltos en prácticas orientales o
chamánicas. Pero hoy en día nos encontramos en un contexto muy diferente y que
es necesario tener en cuenta, ya que puede ayudarnos a entender por qué es
necesario unir el conocimiento místico con los conocimientos de la psicología
occidental.
Al observar hoy con
atención, podemos ver que los buscadores de experiencias transpersonales ya no
son esos escasos y raros monjes retirados del mundo; y, por ende, estas
experiencias ya no son sólo parte de la práctica sistemática de un camino
espiritual al que el individuo "se sintió llamado". Hoy, en cambio,
es posible ver una oferta y demanda de lo trascendente mucho mayor,
probablemente acelerada por los cambios que ha impuesto la creciente
globalización y que puede traducirse en que algunas organizaciones espirituales
pasan a ser parte del mercado, vendiendo sus ideas y servicios incluso a veces
avaladas por un conocimiento proveniente de las distintas tradiciones
espirituales. Otras veces, la oferta viene como
una mezcla bizarra en que hay "un poco de todo" y es difícil
discriminar la seriedad de lo que se
ofrece. (Helminski,
K.E. 1997)
En el presente, los
buscadores emprenden diversos caminos que no forman parte de una institución o
religión establecida, sino más bien aquellos
que poseen un carácter místico y que dan mayor relevancia a la experiencia interna y directa de lo trascendente o
de lo Supremo o de los estados expandidos de Conciencia (sin instituciones de
por medio o intermediarios); tal es el creciente interés en nuestro país por
meditar y participar en grupos de yoga Kundalini y otras variantes del yoga, la
práctica del Vipassana, la meditación Zen, el Sufismo, las medicinas
tradicionales Chamánicas como el Ayahuasca, la Mescalina, los Temascales. Y,
dentro de sus disciplinas todas ellas conllevan un poder enorme para
provocar estados alterados y trascendidos de conciencia.
Las anheladas
experiencias Transpersonales no necesariamente son gratas y pueden ser vividas
como crisis difíciles de integrar a nuestras vidas, dado, que gran parte de las
crisis -o Emergencias Transpersonales como las denominó Grof S. (1989)-
desafían nuestros paradigmas de la realidad y la propia identidad.
En un mundo moderno
y occidental, se consulta por crisis de identidad y estados angustiosos
predominantemente a los profesionales de la salud, es decir, psiquiatras y psicólogos. Aquellos que
consultan pueden ser selectivos o no, pero si un cliente busca ayuda en un
terapeuta por fenómenos de tipo transpersonal, lo más probable que ocurra es
que el terapeuta no sea capaz de distinguir los estadios evolutivos superiores
de conciencia y las metapatologías que allí se desencadenan y tiendan a medicar
o patologizar su cuadro. (Vaughan, F 1998.)
Ahora bien, no toda
crisis transpersonal facilita la trascendencia del ego. Quienes practicamos la
clínica, más de alguna vez nos hemos encontrado con distintas situaciones,
dentro de ellas clientes que tienen dificultades para establecer y definir su
propia identidad. Según Engler J.(2000) y Wilber K.(1998), estos sujetos pueden
ser los más propensos a buscar prácticas meditativas; y esto ocurre no por una
búsqueda de origen profundo y consistente, sino más bien como una forma de huir
de las dificultades que les impone la realidad. De este modo, algunos de los
que buscan espiritualidad, pueden ser seducidos por la posibilidad de desapego
y estar por sobre los problemas cotidianos
o por otros motivos como el lugar
especial que les conferiría despertar poderes por sobre lo convencional, o por
las ganancias secundarias como popularidad etc.
Poder distinguir
una crisis transpersonal no es fácil y si lo pensamos con honestidad,
probablemente lo primero que se nos viene a la mente si un cliente nos consulta
afirmándonos que él es Dios sea que “el sujeto está loco y delirante”. A decir
verdad, varios místicos, incluyendo Jesús, han planteado tal nivel de
realización, pero probablemente ese dato
lo dejemos como cosa de místicos de siglos atrás o del lejano oriente, pero no
como una posibilidad para el paciente puntual que tengo en frente. Ante la
disyuntiva, ¿vamos los terapeutas a aproximarnos inmediatamente de manera
prejuiciosa, clasificando dicha experiencia como patológica y parte de un
delirio? O ¿vamos a ser capaces de establecer diferencias entre un estado
psicótico y uno que no lo es, a través de un procedimiento diagnóstico
confiable? ¿Cuáles han sido las contribuciones del movimiento transpersonal al
tema diagnóstico? Y cuáles sus intentos de socializar ante sus colegas no
transpersonales la diferencia entre una
experiencia transpersonal (emergencia espiritual) potencialmente
progresiva en el desarrollo y otra regresiva y de carácter patológico?
Los terapeutas
Transpersonales debiéramos poder distinguir
un caso y el otro; pero, ¿acaso
nuestra formación nos permite hacer la diferencia? Existe hasta ahora consenso
de la importancia atribuida al conocimiento experiencial de la dimensión
Transpersonal por parte del terapeuta, de tal manera que pueda reconocer la
experiencia en el otro (Vaughan, F. (1998),
Engler, J. (2000), Grof, S (1989), y Wilber, K. (1998)); pero, lo que se ha
discutido escasamente es la renuencia de los terapeutas transpersonales a
ocupar parámetros diagnósticos y que éstos sean verdaderamente capaces de
establecer diagnósticos diferenciales claros. Si esta renuencia fuese propia de
los transpersonales, entonces ¿qué desafíos se imponen dentro de este círculo?
Aportes de la psicología
Transpersonal en el área diagnóstica:
En el presente
artículo se intentará abordar y dar respuesta a las preguntas anteriores, describiendo algunos de
los conceptos transpersonales que
emergieron dentro de los modelos propios
de la psicología Transpersonal y que han contribuido a generar nuevas
propuestas y categorías diferenciales,
como también han sensibilizado incipientemente a parte de la comunidad de la
salud mental.
En primer lugar, se
abordará el fenómeno de crisis espirituales y la creación del término
Emergencia Espiritual (E.E.), y cómo, a partir del trabajo de Stanislav y
Christina Grof (1989) y de David Lukoff (1998) en el tema de los problemas y
emergencias espirituales, se logró
integrar una nueva categoría en el DSM
IV de la American Psychiatry Association
(1993) con el fin de que los profesionales de la salud pudiesen no someter a
diagnósticos psicopatológicos a sujetos que no padecían una patología
psiquiátrica, pero si una crisis psicoespiritual.
En segundo lugar,
se abordarán dos de los modelos jerárquicos del desarrollo de la conciencia. En
dichos modelos, Ken Wilber (1989) y John E. Nelson (1996), representan los niveles de conciencia en diferentes estadios
e incluyen los niveles transpersonales, ampliando el concepto de estados no
ordinarios de conciencia y ubicándolos como estadios superiores de desarrollo a
los que pueden acceder los individuos. En este sentido, introducen el término
de metapatologías específicas para los niveles
transpersonales y especifican la diferencia entre una experiencia transpersonal (emergencia
espiritual) potencialmente progresiva en el desarrollo y otra regresiva y de
carácter patológico.
Ken Wilber y John
Nelson (éste último influenciado por el primero) entienden que cada nivel
superior debe incluir los niveles inferiores de la conciencia y que en el desarrollo es necesario pasar de un
nivel a otro, lo que no siempre se logra exitosamente. En este sentido Wilber
(1989) introduce un nuevo término -“el equívoco pre-trans”- como un llamado de
atención para quienes trabajan en la línea transpersonal. Este término es
acuñado con el fin de poder distinguir si el sujeto está en un nivel de
conciencia ampliado o más bien está psicológicamente operando desde un nivel
inferior. Nelson se adhiere a este concepto, como también al de los niveles de
conciencia y facilita al lector o al terapeuta la comprensión de un modelo
jerárquico e integrativo, por el uso de
un lenguaje más sencillo que Wilber.
En esta ocasión se
dejará de lado, el modelo del eneagrama, sistema creado por Oscar Ichazo
(Naranjo, C. 1994), que dentro del ámbito de la psicología transpersonal ha
significado un gran aporte no sólo al tema diagnóstico sino también al
autodescubrimiento. Sin embargo, no quise dejar de mencionarlo dado que es un
sistema transpersonal muy útil, pero complejo para el que no está entrenado
(Celis A. 2003). A. H. Almaas y el
psiquiatra chileno, Claudio Naranjo han contribuido a difundir el eneagrama
amplia y profundamente. Naranjo ha establecido paralelos con descripciones
psicopatológicas comunes, que tal vez el lector quiera explorar y profundizar en su libro de Neurosis y Carácter una visión integrativa (1994)
Finalmente, se
discutirá respecto a la renuencia de los terapeutas transpersonales al tema
diagnóstico y los argumentos históricos que han mantenido en esta actitud a los
psicólogos transpersonales.
1.- El concepto de Emergencias Espirituales y el trabajo
de D. Lukoff para sensibilizar el tema
de las E.E. en el área de la salud mental:
La idea de
transformar una crisis en una oportunidad no es nueva en psicología; quien
primero planteó la oportunidad espiritual que se encontraba en algunas de las
crisis psicológicas fue C. Gustav Jung.
El psiquiatra suizo otorgaba en ese entonces poca importancia al tema
psicopatológico, resumiendo el asunto de la siguiente manera:
“El diagnóstico es un asunto altamente irrelevante, ya que fuera de
adherir una etiqueta a la condición neurótica, nada se gana con él en relación
al pronóstico y a la terapia… Basta con diagnosticar la “siconeurosis” como
algo distinto a una perturbación orgánica”
(en Daryl Sharp, 1992).
En psiquiatría y
psicología, el tema de las crisis psicoespirituales no volvería a ser planteado
tan claramente hasta mediados de los años setenta y principios de los ochenta,
gracias al psiquiatra Stanislav Grof (1989), quien junto a otros comenzó acuñar
el término de “Emergencia Espiritual” para describir aquellas vivencias o estados de conciencia no ordinaria que en
ocasiones podían tomar un curso
dramático, similar a los cuadros
psicóticos, pero que a pesar de sus síntomas no necesariamente implicaban una
enfermedad en los términos médicos tradicionales. Muy por el contrario, muchas
veces podían ser verdaderas oportunidades de expansión del potencial humano del
individuo y las crisis espirituales podían ser comparables a variadas experiencias
místicas descritas en las diferentes tradiciones espirituales a lo largo de la
historia:
“Sentimientos de unidad con el universo. Visiones e imágenes de lugares
y tiempos remotos. Sensaciones de corrientes vibrantes de energía que recorren
el cuerpo, acompañado de espasmos y temblores violentos. Visión de deidades,
semidioses y demonios. Atisbos de una luz, vivida y brillante y colores del
arcoiris. Miedos a estar volviéndose loco o de morir” (Grof, S. 1989)
Grof, S. planteó que las manifestaciones de estas crisis evolutivas
iban a presentarse de manera muy particular para cada individuo, advirtiendo a
sus colegas la dificultad para encontrar rotulaciones fáciles en uno y otro
caso. A pesar de esto, plantea diez posibles categorías, a partir de su trabajo
con otros, la discusión con sus colegas y la literatura al respecto,
clasificando la variedad de las Emergencias Espirituales en:
- Crisis Chamánicas
- Despertar de la Kundalini
- Experiencias de unidad o peak
- renovación psicológica o volver al centro
- Crisis por despertar psíquico
- Experiencias de otras vidas
- Comunicación con espíritus guías y canalización
- Experiencias cercanas a la muerte
- Experiencias cercanas al tercer tipo (ovnis)
- Estados de posesión
Para Grof, S (1989) uno de los mayores impedimentos de los
profesionales de la salud, para aceptar la idea de E. E., está en el uso
indiscriminado del concepto de enfermedad, que históricamente se ha aplicado a
cualquier estado de conciencia no ordinario. Ésta a mi juicio ha sido una de
las contribuciones más relevantes de este psiquiatra en el tema diagnóstico,
dado que su trabajo y el de Christina
Grof permitió la discusión en torno a nuevas categorías diagnósticas, incluso
fuera del círculo transpersonal.
En los años 80, Christina Grof
creó Spiritual Emergence Network (SEN) en el instituto Esalen, California, con el fin de establecer una red de apoyo
para aquellos quienes sufrieran de E.E. como un primer esfuerzo para apoyar a
sujetos con intensas crisis psicoespirituales y prevenir una
patologización y medicación innecesaria de estos sujetos.
El SEN, fue el primero en
impulsar una nueva propuesta en el American Psychiatric Association. Sin
embargo, fueron David Lukoff y otros terapeutas (1998) los que finalmente
concretaron una nueva categoría diagnóstica en el DSM IV, que estaba entonces
en preparación.
Previamente, Lukoff en (1985) en el Journal
of Transpersonal Psychology había propuesto una nueva categoría diagnóstica
llamada “Experiencia Mística con rasgos psícoticos” para aquellas experiencias
espirituales con episodios similares a los cuadros psicóticos, que podían caer
dentro de la Codificación V en el DSM III –R correspondiente a “factores no
atribuibles a trastorno mental y que merecen atención o tratamiento”. Pero fue
en 1991 en que se solicitó a la APA incluir una nueva categoría dentro de la
Codificación V, llamada “Conflicto Psicoespiritual”.
La propuesta ante la APA perseguía sensibilizar a los profesionales de
la salud en relación a los aspectos espirituales. Lukoff (1998) señala al respecto;
“para obtener mayor apoyo a nuestra propuesta e incluir las muchas áreas que se
sobreponen entre la religión y la espiritualidad, propusimos dos categorías una
de problemas psicoespirituales y la otra de problemas psicoreligiosos”. En
1993, la propuesta fue aceptada, pero se le cambió el titulo a “Problema
Religioso o Espiritual” y se modificó y abrevió la definición en el DSM IV como
sigue:
V62.89 Esta categoría puede ser usada cuando el foco de la atención
clínica es un problema religioso o espiritual. Incluye ejemplos de experiencias
estresantes que involucran la pérdida o cuestionamiento de la fe, problemas
asociados con la conversión a una nueva fe, o el cuestionamiento de otros
valores espirituales que no necesariamente están relacionados a una iglesia
organizada o una institución religiosa.
Esta nueva clasificación fue comentada por distintos medios como el New
York Times, pero de acuerdo a Lukoff
(1998), nunca se reconoció en los medios que esta nueva categoría tenía
sus raíces en el movimiento transpersonal y su interés en el tema de las E.E.
2. Concepto del equívoco Pre-Trans y los Modelos Jerárquicos de Ken Wilber y John
Nelson:
2.1. El modelo Evolutivo de Ken Wilber: el aporte de
nuevas metapatologías y el concepto del
equívoco Pre-Trans:
Ken Wilber plantea
el desarrollo de la conciencia humana
como un tránsito a través de estadios que representan el desarrollo evolutivo
del hombre. Y describe para cada estadio una
forma característica de conciencia, una tarea del desarrollo o desafío
implícito para ese nivel de conciencia, como también los impedimentos y
dificultades que le son propias a cada nivel. (ver recuadro).
Estructuras
básicas
de la
consciencia
9.Causal
8.Sutil
7.Psíquico
6. Existencial
5. Reflexivo-formal
4.Regla/Rol
3. Mente
representacional
2.Emocional-fantasmatico
1.Sensoriomotor
Patologías
9. Patología Causal
8. Patología
Sutil
7. Trastornos Psíquicos
6. Patología Existencial
5. Neurosis de identidad
4. Patología del Guión
3. Psiconeurosis
2. Trast. Pers. Border/narcicista
1. Psicosis
Modalidad de Tratamiento
9. Camino del Sabio
8. Camino del
Santo
7. Camino del Yogui
6. Terapia Existencial
5. Instrospección
4. Analisis de Guión
3. Téc de Awareness
2. T.R.Objetales
1. Farmacología
La descripción de
Wilber abarca desde la conciencia rudimentaria del niño hasta los estadios y
fases en que el individuo lucha por desprenderse de los obstáculos personales y
sociales para unirse con la Fuente. Si el desarrollo sigue un curso normal,
entonces es posible avanzar hacia el próximo estadio más complejo y
sofisticado. Si no es posible lidiar con el desafío impuesto para ese nivel de
conciencia entonces el sujeto presentará disfunciones.
El self debe
identificarse con la manera de experienciar propia de cada etapa, cumplir con
la tarea allí implícita, y luego diferenciarse de lo allí integrado a través
del proceso de desidentificación. Esto le permitiría al individuo integrar
exitosamente el nivel de desarrollo correspondiente y estar mejor preparado
para integrar el estadio superior subsiguiente.
Wilber postula que
en cada estadio existiría un momento decisivo, denominado Fulcro. Para el
autor, este momento es una oportunidad
dentro del proceso de transformación que nos permite avanzar a la siguiente
etapa del desarrollo, pero si no se sobrelleva bien, también se puede
desencadenar una patología en correspondencia a ese nivel (tal como se muestra
en el cuadro).
Wilber (ver
recuadro) destaca una modalidad terapéutica
apropiada para cada nivel. La especialización respondería, por un lado,
al foco de trabajo en cada corriente, como a la acumulación de información y
eficacia -demostrada en el tiempo- en el tratamiento específico que compete a
la disfunción en cada nivel.
En este modelo
jerárquico entonces, Ken Wilber entiende la psicopatología como:
“fricciones del individuo
en su relación con los niveles de conciencia superiores (psicopatologías
evolutivas o progresivas) o como fricciones con niveles inferiores en
que se produjo un conflicto no resuelto (síntomas regresivos).
El tipo de alteración producida en la transformación determina el tipo
de patología. El tipo de síntomas que manifiesta esa patología se relaciona con
el modo particular que tiene el nivel de conciencia presente de decodificar,
interpretar o representarse el conflicto, es decir, está determinado por su
mecanismo de "traslación" (Bustos S. y Román M., 1992)
Es posible observar que Wilber en los
espectros más Transpersonales, donde no se ha investigado ni descrito en extenso, nos describe una serie
de cuadros de disfunción propias de aquellos que llevan una rutina o práctica
espiritual, describiendo más acuciosamente las dificultades del camino Budista.
A estas patologías las denomina metapatologías.
Wilber entrega la
autoridad en el ámbito Transpersonal a los maestros espirituales, señalando que
ellos serían quienes estarían más capacitados para enfrentar apropiadamente
estos cuadros transpersonales. Sin embargo, también crítica la falta de
conocimientos de psicología tradicional y psicopatología que en ocasiones los
maestros poseen, presentándose a veces el problema de prescripciones tales como
“persevera en la meditación”, que pueden ser contraindicadas para algunas
personas con depresión, y esto no es posible de discriminar si no se manejan
conocimientos de psicopatología.
En el ámbito
psicológico y de la clínica, Wilber nos propone incorporar una nueva cautela en
el establecimiento de un diagnóstico diferencial -el equívoco Pre-Trans- que
consiste en las posibles confusiones del psicólogo entre los estados expandidos
y los cuadros psicopatológicos -por ejemplo, una depresión severa puede
confundirse con un estado de “noche oscura del alma” donde se vive también
confusión, desaliento, depresión y desesperanza o vice-versa-. Para el primer
caso, puede ser necesario abandonar la práctica espiritual y someterse a una
terapia tradicional, incluso pudiera ser farmacológica, y en donde el terapeuta
acompaña la revisión de disonancias o inclusive de conflictos inconscientes; y
para el segundo, puede ser necesario proseguir con la práctica espiritual.
La incorporación
del equívoco Pre/Trans implica este doble desafío para el terapeuta de conocer
el funcionamiento rudimentario de la consciencia de estados inferiores como
también el de estados expandidos de consciencia.
El ejemplo de
equívocos, que se reitera en la literatura sería el abordar una experiencia
Transpersonal con clientes que poseen una organización precaria de la
personalidad como lo es una Personalidad Borderline, en contraposición a un
Cuadro normal o neurótico dado que -en contraste- en el nivel neurótico los
sujetos poseen mayor organización, coherencia interna y recursos para afrontar
los retos y crisis o Emergencias Transpersonales que los que poseen
aquellos con un Trastorno Borderline.
Y tal como lo
declara Jack Engler, psicoterapeuta e instructor de la enseñanza Budista
Therevada (2000): “…para que la identidad desaparezca es preciso en primer
lugar, tener una identidad.” Y justamente, los autores Transpersonales en
general, ponen hincapié en la necesidad de que algunos clientes consoliden una
identidad, como es el caso de los pacientes Borderline. Esto último no
significa que aquellos clientes abandonen sus intereses espirituales, implica
mas bien que en la terapia se pondrá el énfasis en la diferenciación entre el
yo y los límites con las realidades concretas, no estimulándose o reforzando el
que se experimenten o busquen los estados de disolución o de desapego o de
desidentificación.
2.2. Modelo
Jerárquico Propuesto por John. E. Nelson: El Sistema de los Chakras del Tantra
Yoga. Otro aporte en la distinción del equívoco pre-trans
John Nelson es de
profesión psiquiatra y un psicoterapeuta de raíces psicoanalíticas que dio un
giro hacia la orientación Transpersonal y que a la fecha ha escrito varios
libros y artículos del tema. Bastante influenciado por Wilber, pero al
contrario que éste, se observa en general un aporte que no se centra tanto en
el paradigma filosófico de la psicología Transpersonal, sino más bien en el ámbito de las aplicaciones
prácticas de la clínica. Nelson (1996) plantea que necesitamos más
diagnósticos, y no menos. Necesitamos expandir nuestras categorías hacia el
ámbito de la conciencia superior e
incluir los impedimentos que se presentan en el crecimiento espiritual.
En el tema
diagnóstico, propone conjugar el sistema diagnóstico tradicional de occidente
con el modelo de los siete chakras del Yoga Tántrico (usado desde hace más de
3000 años en Oriente) integrando el sistema de los chakras con el conocimiento
occidental desde la biología y la psicología, presentando una sofisticación del
sistema diagnóstico, con la intención de dar más herramientas al terapeuta
Transpersonal al momento de elegir un abordaje terapéutico.
Nelson (1996)
señala que el sistema de los Siete Chakras fue originalmente concebido hace más
de tres mil años por sabios contemplativos que formaban parte de la disciplina
del Yoga Tántrico, y que aún es posible verlo como parte de las vertientes más
esotéricas del Hinduismo y Budismo, como también dentro de aplicaciones más
prácticas como la acupuntura.
Tradicionalmente,
los chakras son concebidos como centros energéticos concretos situados en
lugares específicos del cuerpo y son un vortex que acumula prana o Energía
Vital desde la Fuente Universal y permite que el cuerpo permanezca vivo. Desde
la percepción extrasensorial o clarividente es posible verlos como vortex que
varían dependiendo del nivel desarrollo de cada uno de ellos. Sin embargo,
Nelson sólo con el propósito de integrar este sistema con el modelo
psicológico, propone considerarlos como metáforas de estadios del desarrollo
psicológico, y agrega:
"En este sentido los chakras son arquetipos, temas de carácter
comprehensivo en donde la vida humana se desenvuelve a través de estadios
discretos de consciencia que guían el crecimiento físico, mental y
espiritual."..."Cada Chakra tiene un único modo de cognición, tipo de
relación, ética, actitud religiosa, incluso tipo de droga[2].(Nelson,
J.E., 1996)
Podemos
experimentar mayor nivel de activación de cada Chakra, dependiendo de nuestra
etapa cronológica o nivel de consciencia al que estemos adheridos o
identificados; o también a través de prácticas, o al ingerir drogas con el
poder de activarlo.
En términos
ideales, los chakras se abrirían uno después de otros en secuencia, pero en la
práctica, existen aperturas prematuras y sus resultados pueden ser disruptivos,
similares a lo descrito por Grof en las emergencias Transpersonales. Cuando se
abren antes de tiempo, lo que hace el individuo es tratar de interpretar esta
nueva información desde un nivel inferior. Por ejemplo, al sentir el
sentimiento de unidad con lo divino, un individuo no preparado para ello, puede
concluir que él es el elegido y los demás no lo son, o ante señales
telepáticas, puede vivenciarlas como intentos de control de la mente de una
entidad como el gobierno, etc. Lo ideal, de acuerdo a Nelson, es que se abran
los chakras superiores luego de haber integrado bien los tres primeros.
2.2.1 Los siete
niveles de conciencia :
1.Muladhara -
Chakra raíz:
Estadio del desarrollo: cronológicamente corresponde al momento del
nacimiento hasta más menos los tres años de edad. Lo que Margaret Mahler ha
descrito como estadio simbólico. Psíquicamente, está en profunda conexión con
el cuerpo y la sobrevivencia. Desde el cuerpo se comienza a formar una primera
identificación con éste y también una temprana, pero rudimentaria membrana
psíquica, que nos permite separarnos de la Fuente y crear una primera
separación Yo y no-yo.
La fusión como modo de relación está representada en el nexo simbiótico
con la madre, que le asegura la sobrevivencia.
La tarea del desarrollo es separarse exitosamente de esta figura
primordial, a través de innumerables experiencias de
"separación-individuación"
hasta alcanzar un apego seguro y prepararse para otra etapa de
individuación. En todo caso, en esta etapa el sentido del yo, nunca será tan
poderoso como para poder sentir al self como totalmente independiente de los
demás.
Patologías características: Psicosis, Esquizofrenia (si hay
contribución genética), trastornos de tipo oral. Trastorno de personalidad
Dependiente.
Las drogas asociadas a este chakra son el
tabaco y café.
Al presentarse
patología en este nivel, Nelson propone -al igual que Wilber-, centrar el
tratamiento en un nivel de modificación conductual y dar apoyo para establecer
límites del yo/no yo, como también fármacos antipsicóticos.
2. Svadasthana-
Chakra Sexual:
Etapa del desarrollo: Comienzo 3 años hasta 6 o 7 años. Comienza a
delimitarse más claramente el Ego
Psíquicamente el niño se interesa en el mundo y los objetos,
identificando más claramente su yo de los demás y esta identificación en
conexión con un género. El tipo de cognición característica es de tipo
mágico/fantasioso, parcialmente afectada por las definiciones sociales de la
realidad. El tipo de consciencia está orientado por el deseo.
En la relación con los demás abunda la idealización propia del
pensamiento mágico, donde se pierde la línea de lo fantasioso y la realidad
consensual.
Como tarea del desarrollo: el individuo deberá establecer una identidad
más separada de los demás, integrando cada vez más la concepción de realidades
consensuales, controlando gradualmente las emociones más intensas, la
frustración y los impulsos.
Tipo de mal funcionamiento característico:
Errores serios de razonamiento (en que se ligan similitudes, como si
fuesen identidades), que pueden conducir a cuadros paranoides o desarrollos
paranoides. Trastorno de Personalidad Borderline.
Las drogas asociadas a este chakra son el
alcohol, barbitúricos, opio y derivados.
En este nivel
propone centrar el tratamiento en modificación de conductas, técnicas de
fortalecimiento del ego, fármacos antipsicóticos.
3. Manipura
Chakra del poder:
Etapa del desarrollo de 7 años a la adolescencia. El pensamiento
crecientemente va de lo concreto hacia operaciones lógicas en el sentido
aristotélico.
Consciencia apegada al ego y los sentidos. Hay predominio del Yo y de sus
funciones de Poder y Control. El ego se consolida con un máximo de alienación a
la Fuente. La tarea del ego es mantener a la psique apegada miopemente a los
cinco sentidos y ciega al Espíritu. Dios o lo Supremo es concebido como algo
totalmente distinto al self. La ética es convencional, y el goce está muy
cercano a los sentidos.
Las relaciones con los demás se caracterizan por ceñirse a reglas y
estar centradas en la autoridad, desprendiéndose cada vez más del acatamiento.
Como tarea del desarrollo: Se fortalece el yo y su posibilidad de
postergar los impulsos y centra la identidad en las capacidades para enfocarse
a las tareas y la eficiencia en el mundo. El tipo de razonamiento lineal
permite razonar sobre las diferentes consecuencias de nuestros actos y da las
bases finalmente, para la práctica del libre albedrío y discernimiento.
Mal funcionamiento: Neurosis Represivas. Neurosis obsesivo compulsivas.
Neurosis Fóbicas.
La droga asociadas a este chakra es la Cocaína por la agresividad y
sensación de poder que despierta.
En este nivel
propone centrar el tratamiento en remover los impedimentos que no permitan al
paciente trabajar libremente o funcionar en pareja. Los impedimentos pueden
estar en conflictos reprimidos o en ideas distorsionadas o esquemas emocionales
producto del condicionamiento.
4.Anahata-El
Chakra del corazón.
Etapa del desarrollo: puede comenzar en la adolescencia tardía hasta
estadios tardíos en la adultez.
Se abre la conciencia al Amor Universal es el primer nivel espiritual.
Se trascienden las relaciones posesivas y dependientes.
Aquí rige la compasión y empatía.
Existe una urgencia por comprometerse con algo que vaya más allá del
ego. Las relaciones se mueven desde lo competitivo y el narcisismo hacia el
desprendimiento.
El self por primera vez comienza a trascender su identificación
exclusiva con el ego y comienza a identificarse con la humanidad como un
todo. El Pensamiento va más allá de las
polaridades y condensa opuestos en un todo.
Se vive lo Supremo, ya no como externo sino dentro de sí mismo. La
ética a través de la compasión da un sentido de responsabilidad de todos por
todos.
Mal funcionamiento posible: Puede haber culpa por actos pasados de
egoísmo. Aquí existe la tentación de dar un paso atrás y reafirmar los valores
materialistas. Si no tienen resueltas etapas inferiores, quienes se introducen
en técnicas o estados que abren este chakra, pueden sentir al final
empobrecimiento de si mismo.
Droga asociada a este chakra: MDMA.
En el cuarto
chakra, es posible sugerir la técnica de la meditación y prácticas devocionales.
Diseñar Terapias para incrementar el darse cuenta de sentimientos internos más
sutiles, estados corporales y conexión con otros seres humanos.
5. Vishudda-
El Chakra de la Inspiración (comunicación)
Asociada con altos niveles de creatividad. El Self ya no se identifica
con los demás sino con todo el resto de los seres vivos. Está vinculado a
relatos de creadores que sienten que son un canal de inspiración a través de
quienes se conecta la Fuente.
El pensamiento sufre otra expansión significativa: incorpora el
concepto de sinergia, y Nelson (1996) lo
describe como "Las relaciones entre los eventos no son la suma de sus
partes, sino que están íntimamente interconectados de modo que dan lugar a un
nuevo orden total diferente". Este
nuevo orden emerge de la interacción. El sujeto entonces ya no interpreta los
eventos en términos de sus sentimientos personales, sino en términos de cómo
calzan con un esquema Global.
En sus interacciones, el sujeto logra mayor perspectiva: en el cuarto
chakra, al ver sufrimiento se actúa en orden de aliviarlo, en el quinto chakra
el individuo no sólo se compadece sino que también se percata de los elementos
involucrados para que ese sufrimiento se mantuviese y por ende opera a ese
nivel.
El sentimiento religioso aquí está basado en la conexión directa con
una fuerza que guía la vida y un deseo de entregarse al propio destino. En
general en la psicología occidental, se visualiza este nivel como el máximo
potencial humano.
El mal funcionamiento: Si este chakra se abre antes de tiempo, a veces es posible ver aquí la locura de los
genios y también la relación estrecha que se está observando entre los desordenes maniaco-depresivos y la creatividad, en donde el primer episodio
maniaco, generalmente se da alrededor de los 20 años, cuando aún por desarrollo
están absortos en las tareas del tercer chakra.
Propone como
sistema terapéutico:
Uso de técnicas
de creatividad, trabajo con Koans del Zen, meditación Vipassana, análisis
rigurosos de filosofía.
6. Ajna- El
chakra chamánico
Habitualmente en occidente, se atribuyen tales fenómenos a Satán o se
endiosa a quien lo evidencie. Este nivel representa la apertura del tercer ojo,
es decir, despertar del espíritu en el dominio del conocimiento oculto. Se dice
que tiene el poder de alterar la conciencia y por lo tanto la realidad. Aquí se
encuentra la intuición. El observador establece contacto directo con los
arquetipos universales. Al manipular estos arquetipos se transforma la
realidad, desafiando las leyes físicas. Aquí no se siente compasión sólo por
los demás seres humanos y los demás seres vivos, sino que se reconoce ese único
espíritu de la creación, detrás de todo objeto creado.
Cuando alguien no tiene bien integrado los cinco chakras anteriores, y
se despierta este chakra con intensas intuiciones o premoniciones, pueden
confundirse y aturdirse y sentir un temor intenso. A veces, un episodio agudo
de manía en un joven adulto despiertan insights respecto a aspectos no visibles
de la realidad, pero es posible que al no estar bien integrados los niveles
anteriores exista una regresión al nivel de conciencia del segundo chakra hasta
que se recobre el equilibrio a nivel metabólico.
Las plantas medicinales -tales como: peyote, hongos, ayahuasca- abren
el sexto chakra.
La mayoría de
las terapias a este nivel son desconocidas en occidente: aquí se debe no sólo
trascender el ego, sino las bases mismas de la individualidad. Técnicas
yoguicas, métodos de control de respiración, trabajo de dietas con chamanes y
otras tácticas contemplativas pueden ayudar a terminar con los vestigios de
separación con el Espíritu.
7. Sahasrara-
El Chakra de la Unidad
En la historia de la humanidad existen muy pocos hombres y mujeres que
hayan alcanzado este nivel. Aquí no se vivencia más la individualidad como
separada del todo, ni se puede separar el presente de la eternidad, ni el
espacio aquí habitado con el infinito. En este nivel se vivencia la perfecta
Unidad. Cuando el self se enfrenta a esto no puede hacer otra cosa que entregarse al irresistible poder de lo
Absoluto.
Aquí están las experiencias de los místicos. Dado que aquí se vivencia
la unidad, una autentica experiencia mística, no son suficientes las
distinciones del lenguaje y de la lógica. Las percepciones, los pensamientos y
acciones no poseen un ego que las perciba, las piense o actúe. No se trata de
alguien que no es capaz de lidiar con el mundo por estar muy ocupado en la
fusión con el cosmos; por el contrario, este nivel incluye a todos los otros,
por lo que da la capacidad de manejar todas las capacidades involucradas en los
demás niveles.
No existen drogas que puedan llevar a este nivel, aún cuando periodos
intensos de ayuno y meditación permiten que se intime a ratos con este nivel.
En este nivel no hay necesidad alguna de terapia.
Discusión en torno a los desafíos actuales para los
psicoterapeutas transpersonales y su formación:
Dado que la
psicología Transpersonal se define como una psicología “que va más allá del ego
o lo personal” es posible pensar injustificadamente, que esta corriente no
tiene interés en los aspectos personales o en el concepto de personalidad, y
menos aún un interés por establecer un diagnóstico clínico. Sin embargo, en la
práctica clínica, esto sería perder total perspectiva de realidades tangibles y
descriptibles como son la psicosis, la psicopatía o la depresión; y en esa
mirada, tirar por la borda todo un cuerpo de conocimiento que se ha acumulado
en la clínica durante poco más de un siglo.
Por el contrario,
hoy es posible ver diversos autores Transpersonales, tales como Ken Wilber,
Jack Engler, A.H. Almaas -entre otros- interesados en integrar parte de los
modelos psicológicos explicativos referentes al desarrollo del ego, el
narcisismo y el proceso de identificación en el ser humano y establecer cómo
este proceso puede ser vital para la posterior desidentificación de nuestro ego
-asunto central en todo camino espiritual y tema de estudio en esta corriente-.
A mi juicio, dado
la mayor probabilidad de que exista un número creciente de sujetos que
experimenten vivencias transpersonales o busquen experimentarlas, es claro que
el ámbito de lo Transpersonal ya no puede seguir siendo excluido en el
diagnóstico clínico y existe un trabajo importante en relación a sensibilizar a
la comunidad de salud mental.
Y en este mismo
sentido el desafío para los terapeutas transpersonales es doble: tener conocimiento directo de éstas
experiencias, pero también, acoger los conocimientos y herramientas propias de
su profesión y respetuosamente establecer sus hipótesis diferenciales, que
orienten mejor el tratamiento de quien solicita nuestra mirada profesional en
el tema
Junto con buscar
experienciar los “Estados Transpersonales”, los terapeutas Transpersonales, a
mi juicio, necesitan como parte de su formación conocer el ABC de las
diferentes descripciones psicopatológicas y de las clasificaciones
psiquiátricas, con igual interés como el que mantienen por los estados
transpersonales; y ser, por tanto, eficientes y
acuciosos a la hora de establecer un diagnostico. Esto no siempre se
logra, dado que el alumno en formación
de la psicoterapia humanista y/o transpersonal a menudo rehuye estas
clasificaciones por miedo a rotular a otro ser humano y deshumanizarse en el
camino, perdiendo todo contacto con el potencial y sabiduría interna que el
cliente posea.
A pesar de que los
autores más importantes de esta corriente están haciendo esfuerzos por una
creciente integración entre los conocimientos de la psicología moderna y el
misticismo, aún persiste la actitud renuente de muchos terapeutas
transpersonales y alumnos interesados en el tema a diagnosticar, observándose
un fenómeno de rechazo casi visceral a la aplicación de cualquier sistema
diagnóstico. Algunos de los argumentos utilizados para este rechazo, también mencionados
por Nelson J. E., son los siguientes .
a.- El proceso diagnóstico interfiere en la relación terapéutica
restándole autenticidad a ésta.
b.- Dentro de los que se adhieren a la postura antisiquiátrica: el
diagnóstico deshumaniza e insidiosamente presiona a pacientes vulnerados a
adaptarse a los criterios de quienes -desde su rol de autoridad- les han
impuesto una desviación
c- A esto se suma la natural desconfianza producto de la observación de
una relación inversamente proporcional entre
la disminución o aumento de diagnósticos psiquiátricos con la bonanza o
depresión económica. (Szasz T., en Charla Bustos R. 1999).
d- y por último es que el diagnóstico ortodoxo no es suficiente para
dar cuenta de la increíble cantidad de experiencias del ser humano, entre los
cuales también se incluyen los estados místicos y trascendentes de la
consciencia.
En la
actualidad, los terapeutas
Transpersonales y los alumnos interesados en el tema, aún nos encontramos con
la disyuntiva de si diagnosticar o no, y si lo hacemos, desde qué modelo
hacerlo. Este artículo ha pretendido
contribuir a esta discusión haciendo el esfuerzo de acercar a los terapeutas
transpersonales al tema diagnóstico, mostrando el trabajo de los autores más
relevantes de este enfoque y sus aportes en el tema.
Es mi esperanza,
que a través de esta revisión, disminuya
el rechazo ciego a las descripciones psicopatológicas, dado que esta negativa
total, tan sólo nos limita en nuestro campo
de acción. Y tal como David Lukoff (1998) lo menciona, sensibilizar a los
profesionales de la salud en los temas espirituales y en diagnósticos
relacionados a éstos, puede ser relevante, dado que nos permite mejorar el
tratamiento de dichas crisis y poder generar más investigación del tema, reduciendo justamente, los daños de un mal
diagnóstico y tratamiento en casos de problemas religiosos o espirituales.
Las categorías
psiquiátricas son tan sólo descripciones de conductas y realidades posibles y
no son la esencia misma de los seres humanos A mi juicio, si como terapeutas
Transpersonales no nos olvidamos de partir de la base de que uno de los
principios fundamentales de la psicología Transpersonal es que nuestro
cliente es un ser espiritual viviendo una experiencia humana, entonces no
tendremos conflicto con mirar su condicionamiento y su ego o personalidad, y
clasificarla, ya que tener un ego corresponde a la experiencia humana y a
nuestro desarrollo evolutivo.
*** Los diagnósticos aumentan en épocas de recesión y bajan en épocas de
holgura económica
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[1] Artículo en Prensa en Babel Nº3,
revista de la Escuela de Psicología de la Universidad Bolivariana.
[2] De acuerdo a los Teósofos, las drogas en cantidades infinitesimales
son capaces de alterar el funcionamiento de un chakra, quedando una puerta abierta a fuerzas que no tienen que ver
con la función específica del chakra,
y como consecuencia perdemos vitalidad.
Instituto de Expansión de la Consciencia
Humana
F: (09) 22 22 451 (Santiago)
Correo Electrónico: alejandrocelis@terra.cl
Postítulo de Psicoterapia Transpersonal
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