AZNAR LÓPEZ, DEMENCIADO
No hay duda de que Aznar López vive en un permanente estado de malhumor.
Sus últimas declaraciones como conferenciante español de derechas en el
extranjero y las ultimísimas en Estepona, fueron tan asombrosamente
incomprensibles que sirvieron para que algunos nos planteáramos la
posibilidad de comprenderlo. Se trata de un ex Presidente de Gobierno
que, reincidentemente, habla mal de su Patria en el extranjero y en casa
y denigra, calumnia y envilece, de forma sistemática y compulsiva, al
Presidente que democráticamente le sustituyó. Y esto lo hace obedeciendo
ciegamente a los expertos USA asesores de su FAES. Le dijeron que, para
recuperar el poder perdido en 2004, la gran estrategia es insultar,
denigrar, dejar en ridículo a quien ahora tiene el poder, destacar
exageradamente sus fracasos e ignorar absolutamente sus aciertos. En
fin, le explicaron que no hay táctica más eficaz para hundir a una
persona o a un Presidente que el ataque ad hominem paciente y constante,
negándole, además, el pan y el agua hasta verlo morir odiado por una
masa contagiada e hipnotizada. La FAES y, por ende, Aznar López, han
dirigido escrupulosamente la estrategia del PP como principal partido de
la Oposición. La oposición del PP en estos siete años de gobierno
socialista ha sido vergonzosa y vergonzante, jamás ha sido una oposición
racional y razonable y siempre fue y sigue siendo una oposición
emocionalmente incontrolada e incontrolable, proyectora de rabia y de
pésima frustración.
Con Aznar López ocurre que ni la comprensión verbal, ni la lógica, ni siquiera la comprensión empática son instrumentos eficaces. Con el único tipo de comprensión con la que puedo comprenderle es con la comprensión diagnóstica. Aznar López presenta toda la sintomatología y toda la semiología de un complejo de Napoleón, en su doble versión de Napoleón Coronado y Napoleón Destronado.
Con Aznar López ocurre que ni la comprensión verbal, ni la lógica, ni siquiera la comprensión empática son instrumentos eficaces. Con el único tipo de comprensión con la que puedo comprenderle es con la comprensión diagnóstica. Aznar López presenta toda la sintomatología y toda la semiología de un complejo de Napoleón, en su doble versión de Napoleón Coronado y Napoleón Destronado.
Durante sus ocho años como Presidente de
Gobierno ejerció su complejo de Napoleón Coronado. Enriqueció a las
arcas del Estado y a los españoles con monedas de aire, procedentes de
la burbuja inmobiliaria, que él infló con tal fuerza que perdió la
visión de futuro. Construyó un encandilante rascacielos sobre base de
arenas movedizas, del que se sintió orgulloso y cuando éste empezó a
desmoronarse, miró silbando para otro lado. Luego, también ejerció de
Napoleón Coronado cuando se empenicó a la altura de Bush y Blair en Las
Azores, declarando la guerra a Irak, en contra de la ONU, en contra del
Rey, en contra de su Papa y, sobre todo, en contra de la inmensa mayoría
del pueblo y en contra del Parlamento. No envió soldados porque sus
superiores no se los pidieron. Cuando, a causa de esa guerra mentirosa y
a causa, también, de sus engaños en la gestión del 11-M, el pueblo le
quitó la corona, apareció la otra fase de su complejo, la del Napoleón
Destronado. En esta versión del complejo aumenta peligrosamente la
tensión psíquica por la acumulación de rabia, de ira, de sed de
venganza; pone en práctica, de forma obsesivo-compulsiva, técnicas
indecentes para demonizar la imagen de su sucesor; avanza hacia la
ausencia psicopática del sentimiento de culpa; se obnubila su conciencia
cívica y el sentido del ridículo hasta identificarse con un malvado
payaso; mezcla la incontinencia verbal con la confección de cadenas de
sofismas, casi bien hilvanados; no siente que ha perdido el poder, sino
que se lo han arrebatado injustamente y esto le carcome. Lo peor es que
este complejo napoleónico supone un gasto tan ingente de energía, que
acaba por demenciar y cretinizar a Napoleón en su doble versión. Ambos
son malos y engendradores de maldad; pero ¿quién es peor, un Napoleón
Destronado en la Oposición, o un Napoleón Coronado en el Gobierno?