Teología de la Liberacíon
Teología de I. Ellacuría

Capítulo Segundo
Teología y praxis de liberación
Fuentes y lugar teológico
En una teología así entendida tiene mucha importancia el lugar
teológico desde donde se reflexiona y para quien se reflexiona, que
Ellacuría sitúa actualmente en las mayorías oprimidas de América Latina y
de todo el Tercer Mundo. Lugar que no significa para él un espacio
geográfico, sino una situación humana dada, colocándose en la corriente
bíblica existencial de Bultmann. Para el teólogo protestante, cada
individuo sólo puede leer y entender la Biblia desde su situación
personal, porque el texto bíblico sólo cobra vida, si suscita una
experiencia de fe en el lector y si éste acoge, desde su presente
existencial, la experiencia del autor bíblico.
Pero Ellacuría da un paso más: el lector no es un individuo aislado,
sino un pueblo, como lo fue el pueblo de Israel; no es que él
menosprecie la experiencia personal del individuo, simplemente la sitúa
en la experiencia de la colectividad, porque para la Alianza cuenta en
primer lugar la fe comunitaria, en un segundo momento está la fe de cada
miembro individual . Ya la filosofía griega intuyó que el individuo se
diviniza en la colectividad. Y basándose en ella Ortega y Gasset se
pregunta "¿No es tal el sentido de la humanización de Dios, del verbo
haciéndose carne?.
En esta teología democrática que el Hijo ha traído parece oír a
Jesús que dice: No te contentes con que sea ancho, alto y profundo tu
yo, busca la cuarta dimensión de tu yo, que es tu prójimo, el tú, la
comunidad" . El Nuevo Testamento, efectivamente, no relega al olvido
este carácter comunitario de la fe, sino que lo radicaliza, lo
universaliza y le da su cumplimiento: invita a la caridad y a la
justicia, no de manera esporádica, sino de manera estable, estructural.
El NT universaliza la fe comunitaria del AT, porque la Buena Noticia de
Jesús es para todos los hombres de todas las razas, culturas, religión y
condición social.
La teología política liberadora de Ellacuría es consecuencia natural
de los planteamientos de la Biblia, de un lado, y de sus maestros
Zubiri y Ortega, de otro. Por consiguiente, es lógico concluir que el
verdadero lugar teológico para él no puede ser una filosofía
especulativa, sino la historia, la historia de cada época y cada pueblo.
"La cuestión teológica fundamental no es una determinada cuestión
teórica formulada por sujetos individuales, sino que es la realidad
humana de un pueblo determinado en una precisa situación histórica".
Ya en el siglo XVI Melchor Cano y su discípulo Juan de Santo Tomás
mencionan entre los lugares teológicos la mediación de la filosofía y de
la historia. Pero conviene hacer notar con Felicísimo Martinez que,
para Melchor Cano y la teología clásica, fuente y lugar son términos
unívocos en el quehacer teológico. Hoy, en cambio se distingue entre uno
y otro término: por "fuentes de la teología" se entienden los textos o
tradiciones que mantienen y transmiten los contenidos de la fe y los
principios que permiten interpretar y comprender esos contenidos.
Básicamente son la Escritura y la Tradición en su amplitud. Por
"lugar teológico" se entiende el lugar eclesial o social desde el que el
teólogo lee las fuentes de la teología y hace su reflexión. Las fuentes
le propocionan, pues, el material de la reflexión y los lugares la
perspectiva desde la que reflexiona, pero no es una distinción
excluyente, puesto que se influyen mutuamente. En todo caso el sujeto de
la teología es un sujeto colectivo, la sociedad, el pueblo, no el
individuo: El sujeto de esa realización no es la interioridad individual
ni la intersujetividad trascendental, sino un pueblo histórico, cuyas
condiciones de realización y cuya captación de esas condiciones están
históricamente dadas y son materiales (oc. tesis 9.2.1).
Pero, a pesar de que la revelación bíblica y la fe cristiana
culminan en la Encarnación del Hijo de Dios en el mundo, la teología
especulativa no ha asumido la historia real profana como lugar
teológico, es decir, como punto de referencia para su reflexión, sino
que ha creado un espacio sagrado aparte, anulando la historia real que
Cristo asumió. Ellacuría, pues, trata de recuperar esa historia secular
mundana y la convierte en lugar teológico; su teología, efectivamente,
asume las realidades históricas y políticas como lugares teológicos.
La teología de la liberación, de la que él ha sido uno de sus más
destacados impulsores, pretende un cambio no sólo en las personas, sino
también en las estructuras sociohistóricas de América Latina y otras
partes del mundo, según las situaciones concretas. Un cambio que se
traduce en liberación del pecado y en términos históricos, en liberación
de todo lo que oprime al hombre y le impide gozar de su vocación de
hijo libre de Dios. En cuanto movimiento de fe, primero, y como
reflexión racional explícita, después, la teología de la liberación se
pregunta qué puede hacerse desde la fe para que los pueblos oprimidos, a
través de procesos de liberación, puedan realizar y gozar lo que es
posible históricamente de la presencia del reino de Dios entre los
hombres.
Lo que significa que la teología de la liberación no es una
sociología ni una politología, puesto que tiene como fuentes la
revelación, la tradición y el magisterio, a cuyo servicio están ciertas
mediaciones. Entre estas mediaciones se encuentran las ciencias
sociales, económicas, históricas y políticas, pero esto no quiere decir
que se transforme en alguna de esas ciencias revestida con lenguaje
teológico; lo mismo que la teología clásica mediada por la filosofía
aristotélica, no se convirtió por eso en filosofía .
Tanto en la metodología como en la intención la teología de la
liberación se muestra cada vez más como una auténtica teología, con lo
que se deshace la denominación de teología regional de lo político y
permanece como teología del reino de Dios. Lo que no es obstáculo para
que sea una teología política, pues político es pretender la liberación
no sólo de las opresiones psicológicas, sino también de las
sociohistóricas. Con todo, lo más importante no es el significado
político, sino su real consistencia teológica. Entendiéndola como
teología del reino de Dios se logra que no quede fuera nada del mensaje
revelado, por una parte y, por otra, permite asumir teológicamente todas
las realidades del mundo, porque el reino de Dios que Jesús anuncia
alude a una presencia reinante de Dios en este mundo, el Dios que se
hace historia, para que la historia se alce hasta Dios .
Conscientes de la importancia que tiene el lugar teológico, hemos de
añadir que no se trata de cualquier lugar, sino del lugar adecuado,
para que la teología que resulte sea una teología cristiana. En la
Biblia podemos comprobar cómo Dios no se fija en cualquier situación,
sino que elige unas determinadas situaciones inhumanas. Por lo que no
dudamos en afirmar que el verdadero lugar teológico en el presente
histórico de Ellacuría es la situación infrahumana de las mayorías
oprimidas del tercer mundo. Así se expresaba él: "No hay problema
mundial de importacia que pueda entenderse con suficiente rigor y
amplitud sin verlo y analizarlo desde lo que es el Tercer Mundo...Para
comprender un problema fundamental de alcance mundial, no se puede
despreciar el punto de vista o, mejor, la realidad objetiva de los que
constituyen la mayor parte del género humano".
Como ha observado agudamente Manuel Fraijó, la teología de la
liberación añade un nuevo lugar teológico en el que no pensó Melchor
Cano: "la liberación de los pobres y oprimidos". Pero por encima de
todo, esta teología se lanzó en busca de una nueva ortodoxia: la que
descubre en el pobre y los oprimidos el lugar teológico por excelencia .
Bibliografía:
J.Sols Lucia, El legado de Ignacio Ellacuría, en Cristianismo i Justicia 86 (1998);J. Ortega y Gasset, 'Teología social', en Obras completas, I, 520ss; F. Margallo, Teología y vida pública (Madrid 1993)
I. Ellacuría, 'Tesis sobre posibilidad, necesidad y sentido de una teología latinoamericana', en A. Vargas-Machuca, OC.; M. Cano, De locis theologicis. Libro duodicim (Lovani 1564); F. Martinez, Teología latinoamericana y teología europea (Madrid 1989). D. Gracia 'Filosofía práctica', La pasión por la libertad; I.Ellacuría, Teología política (San Salvador 1973